lunes, 15 de marzo de 2010

Te conocí en una montaña rusa


Partir de 0, del equilibrio del suelo firme; te montas en el vagón sin saber el recorrido.

La atracción empieza a funcionar y tú como si nada, pero hay un punto que lo cruzas y empiezas a subir y subir, ¡cada vez más alto, como si no hubiera fin!; ves el mundo ahí abajo, tan pequeño e insignificante porque tú estás más alto que nadie y sigues subiendo pensando en tocar el cielo hasta que de pronto ya no avanzas más. ¡Clack! algo ha sonado mal, como un crujido y de pronto, sin que nadie te avise sientes vértigo, empiezas a caer, muy, muy rápido y sin poder controlarlo; caes más allá de donde nunca has estado, y aunque sabes que no puedes acabar mal y que sólo es el vagón de una montaña rusa de feria y q cuando acabe el tiempo que dura estarás bien, no puedes evitar pensar que te vas a dar un golpe y quedarte ahí abajo sin que nadie lo evite. Otra vez otro parón, este es más suave y no suena; cuando casi habías tocado el suelo vuelves a subir, la situación mejora y puedes volver a ver el tejado de las casas, pero temes que después de la subida vendrá otra bajada, sin embargo ya no es tan fuerte, cada vez subes y bajas menos distancia, te acostumbras a la sensación y le pierdes el miedo. Después de todo el mal trago terminas llegando al principio, al punto de estabilidad, la zona neutra, ya no sientes nada, todo ha pasado. Te bajas. Ahora elige: puedes volver a montarte o probar en otro sitio, pero ahora ya sabes cómo funciona.

Las relaciones son como esa atracción de feria, sólo cambia la velocidad del corazón.

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