miércoles, 17 de marzo de 2010

Solos


Me desperté en silencio con los rayos del sol de la calle. Miré a mi lado, buscándote en la almohada pero no estabas allí. Me levanté a desayunar y no encontré pistas tuyas en la cocina; tampoco anoche viniste a cenar y no había llamadas ni mensajes tuyos en el móvil.

Mientras pensaba qué hacer en mi día libre (aunque en la oficina últimamente parece que están de vacaciones porque no va nadie a trabajar), anduve por la casa en silencio, sólo se oía el crujir de mis pasos en el suelo porque no había nadie más. Me paré delante de tu estudio a observar tus cosas, esas que nunca supe sus nombres porque no te pregunté para qué servían.

Salgo fuera, a pasear y veo calles que no sé a dónde conducen porque nunca he tenido interés en ir por ellas. Me paro en edificios que ignoro cuáles son porque nunca me interesé por su historia. Veo luces y sombras que recuerdan sitios lejanos que no he visitado.



Sigo caminando por mi ciudad, por la única que conozco porque nunca me interesó probar otra, sola; no me cruzo con nadie ni se oyen ruidos de coches. Miro alrededor y no hay gente, tan sólo unas manchas grises que, sólo si te fijas con atención ves que son personas, pero están todas en silencio; son sombras que se mueven mirando al suelo, buscando el punto donde dar el siguiente paso. Entre algunas de ellas se me antoja ver alguna cara conocida, ver un rastro de ti; son las veces que alguien quiso ir junto a nosotros pero que no hicimos el esfuerzo por retener, personas que una vez fueron importantes y que no mantuvimos, amigos que compartieron vivencias y que al final acabaron lejos. Tú también debes ser uno de esos recuerdos y seguro que también lo soy yo para ti porque, aunque coincidamos en el mismo tiempo y en el mismo lugar no miramos lo que hay más allá, seguimos estando solos.

lunes, 15 de marzo de 2010

Te conocí en una montaña rusa


Partir de 0, del equilibrio del suelo firme; te montas en el vagón sin saber el recorrido.

La atracción empieza a funcionar y tú como si nada, pero hay un punto que lo cruzas y empiezas a subir y subir, ¡cada vez más alto, como si no hubiera fin!; ves el mundo ahí abajo, tan pequeño e insignificante porque tú estás más alto que nadie y sigues subiendo pensando en tocar el cielo hasta que de pronto ya no avanzas más. ¡Clack! algo ha sonado mal, como un crujido y de pronto, sin que nadie te avise sientes vértigo, empiezas a caer, muy, muy rápido y sin poder controlarlo; caes más allá de donde nunca has estado, y aunque sabes que no puedes acabar mal y que sólo es el vagón de una montaña rusa de feria y q cuando acabe el tiempo que dura estarás bien, no puedes evitar pensar que te vas a dar un golpe y quedarte ahí abajo sin que nadie lo evite. Otra vez otro parón, este es más suave y no suena; cuando casi habías tocado el suelo vuelves a subir, la situación mejora y puedes volver a ver el tejado de las casas, pero temes que después de la subida vendrá otra bajada, sin embargo ya no es tan fuerte, cada vez subes y bajas menos distancia, te acostumbras a la sensación y le pierdes el miedo. Después de todo el mal trago terminas llegando al principio, al punto de estabilidad, la zona neutra, ya no sientes nada, todo ha pasado. Te bajas. Ahora elige: puedes volver a montarte o probar en otro sitio, pero ahora ya sabes cómo funciona.

Las relaciones son como esa atracción de feria, sólo cambia la velocidad del corazón.